El sentido común nos dice que los bares, además del negocio que pretenden sus dueños, cumplen una función social. No hay nada más que ver algunas calles de Córdoba cuyas cafeterías cierran los domingos. Son como vías fantasmas de la Rusia de antes de la perestroika donde sólo el quiosco de la prensa y las colas de católicos que salen santificados después de cumplir el precepto dominical alegran las aceras. Porque ni los coches circulan con la vehemencia de un día de entre semana. Por lo pronto, le dan animación al barrio y el ciudadano, con sus puertas abiertas, se siente como más seguro, como los proscritos y perseguidos cuando atravesaban algún recinto religioso. La vida conlleva, a veces, tanta soledad que hay que diluirla con la conversación. Y en el bar, si la buscas, la encuentras. Son lugares, además, donde puedes dejar recados que te son devueltos al cabo de los días y espacios donde concertar una reunión si no quieres mezclar trabajo y hogar. Si no hubiera bares ¿dónde ibas a convidar a los albañiles que te han hecho una chapuza o a los que te han puesto el aire acondicionado?.
Son el necesario escenario para romper la monotonía de la vida y palparla. Y, para colmo, además, puedes leer el periódico gratis.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)